A pesar de que la destructora mano del hombre sigue inmersa en el mundo ambiental, la Tierra todavía posee riquezas y recursos de los cuales podemos sentirnos orgullosos de proteger y admirar. Es un orgullo que no se compara con nada, pues no hay nada más gratificante que contemplar la misteriosa belleza de un paisaje natural en un mundo de varilla y concreto. Incluso cuando sentimos una necesidad de reflexionar y de alejarnos de la ansiedad cotidiana, nos refugiamos en la pasividad de la naturaleza, en la tranquilidad de un medio natural incorrupto. ¿Quién no disfruta de una puesta de sol en la playa o de una fogata nocturna en la montaña? Es algo que la realidad citadina no ofrece.
Queda muy claro que ninguna ciudad, ni establecimiento ni terreno transformado con fines lucrativos vale la destrucción del único medio capaz de satisfacernos y vitalizarnos realmente, por más contemporáneos y avanzados que resulten esos medios artificiales. Tan solo hay que observar la majestuosidad de las ciudades y estructuras arquitectónicas de poderosos países desarrollados, las cuales resultan ser verdaderas joyas ultra-modernas, pero no veraderos espacios vitales. ¿Acaso son estas "maravillosas" construcciones humanas capaces de alimentarnos? ¿O de brindarnos oxígeno puro y agua potable?
Son cuestiones que ciertas naciones han captado después de tanto tiempo y desinterés, por lo que no les queda más que apoderarse y aprovecharse de aquellas naciones más "verdes". No por otra razón Costa Rica es conocida como "el patio trasero de los Estados Unidos".
Cuesta tanto entender el papel de la naturaleza, en un mundo en el que los hombres con costo se entienden a ellos mismos. Cuesta comprender que nuestra tierra necesita ser amada, respetada, valorada. Cuesta aceptar que nuestro medio ambiente merece un destino mejor. No es difícil encontrar el medio que falta, si construimos un nuevo amanecer para el cambio.
martes, 29 de junio de 2010
La paradoja de una Costa Rica "verde"
Costa Rica: el paraíso siempreverde del que disfrutan anualmente miles de visitantes y extranjeros. Desde hace varios años, nuestro país ha sido visto como el hábitat de las más exóticas especies y de los más escondidos terrenos vírgenes; tanto así que fue el país protagonista de la conocida película "Jurassic Park" y hasta videojuegos como "Metal Gear Solid" recrean provincias de nuestra exuberante nación (la provincia elegida en esta ocasión fue Limón). Sí, Costa Rica es hermosa y verde por fuera, pero por dentro las perspectivas son otras.
Costa Rica ha construido su reputación como uno de los países más verdes. Una gran parte de su territorio se conforma de parques nacionales y resevas (por lo que goza de protección),además de que los ingresos por ecoturismo resultan valiosos para la economía costarricense. Incluso uno de los puntos que ha tomado más importancia en los últimos años ha sido el de la Costa Rica "cero carbono", en el que el país se convierte en uno de los únicos países en vías de desarrollo que no produce gases de carbono. No obstante, los esfuerzos por mantener el "color natural" de nuestro país son cada vez mayores, y mientras nuestros gobernantes viajan alrededor del mundo haciendo gala de nuestra belleza natural, muchos se plantean qué tan ciertos son esos esfuerzos por mejorar nuestro medio.
En primer lugar, la condición de eco-amistad de ex-gobernantes como Don Oscar Arias (quien influye notoriamente en el actual gobierno de Doña Laura Chinchilla) se pone muy en duda, después de que (bajo su mandato) contemplara proyectos para nada amigables con el ambiente, tales como el megaproyecto minero Crucitas, el constante avance de proyectos hoteleros en Guanacaste (que pareciera comprada por los Estados Unidos) y el continuo aumento de campos de cultivo sumamente contaminantes (como las piñeras en San Carlos). Este tipo de decisiones contradicen y traicionan el pensamiento "pro-ambiente" del que mundialmente se jacta Arias, y más bien resultan ser preocupantes para nosotros los costarricenses. Pareciera que la teoría de algunos gobernantes es visionaria, pero sus acciones son todo lo contrario.
Nuestra Costa Rica, como paraíso natural, no se construye (y no debería construirse) a base de falsas imágenes e ideas que se venden a los demás, pues se olvidan los esfuerzos y luchas que se han realizado a lo largo de los años para mantener nuestra riqueza natural. La siembra masiva de árboles para equilibrar el enorme daño ecológico que generan las emisiones de gases industriales y automovilísticos resulta, de alguna manera, "hipócrita" para el ambiente... si sabemos que el equilibrio se logra al atacar las causas directas de tales emisiones.
Costa Rica ha construido su reputación como uno de los países más verdes. Una gran parte de su territorio se conforma de parques nacionales y resevas (por lo que goza de protección),además de que los ingresos por ecoturismo resultan valiosos para la economía costarricense. Incluso uno de los puntos que ha tomado más importancia en los últimos años ha sido el de la Costa Rica "cero carbono", en el que el país se convierte en uno de los únicos países en vías de desarrollo que no produce gases de carbono. No obstante, los esfuerzos por mantener el "color natural" de nuestro país son cada vez mayores, y mientras nuestros gobernantes viajan alrededor del mundo haciendo gala de nuestra belleza natural, muchos se plantean qué tan ciertos son esos esfuerzos por mejorar nuestro medio.
En primer lugar, la condición de eco-amistad de ex-gobernantes como Don Oscar Arias (quien influye notoriamente en el actual gobierno de Doña Laura Chinchilla) se pone muy en duda, después de que (bajo su mandato) contemplara proyectos para nada amigables con el ambiente, tales como el megaproyecto minero Crucitas, el constante avance de proyectos hoteleros en Guanacaste (que pareciera comprada por los Estados Unidos) y el continuo aumento de campos de cultivo sumamente contaminantes (como las piñeras en San Carlos). Este tipo de decisiones contradicen y traicionan el pensamiento "pro-ambiente" del que mundialmente se jacta Arias, y más bien resultan ser preocupantes para nosotros los costarricenses. Pareciera que la teoría de algunos gobernantes es visionaria, pero sus acciones son todo lo contrario.
Nuestra Costa Rica, como paraíso natural, no se construye (y no debería construirse) a base de falsas imágenes e ideas que se venden a los demás, pues se olvidan los esfuerzos y luchas que se han realizado a lo largo de los años para mantener nuestra riqueza natural. La siembra masiva de árboles para equilibrar el enorme daño ecológico que generan las emisiones de gases industriales y automovilísticos resulta, de alguna manera, "hipócrita" para el ambiente... si sabemos que el equilibrio se logra al atacar las causas directas de tales emisiones.
domingo, 23 de mayo de 2010
Medio ambiente vs. Medio del consumo
"Cuando el último árbol sea talado, el último río contaminado y vuestra casa un
vertedero, nos daremos cuenta que el dinero no se come"
El dinero no se come. El proverbio lo explica perfectamente: quien brinda vida y bienestar no es el dinero, es nada más y nada menos que la sabia naturaleza. Esa que solemos tratar de objeto, pues se considera manipulable, dócil, frágil y no se queja. Esa que explotamos e irrespetamos de la manera más hostil posible. Sí, es cierto que comparte sus frutos con nosotros, pero de ahí al arrebato de sus frutos hay una gran diferencia.
Ojalá y solo se tratara de un arrebato. El actual imperio consumista, venerado por muchos, se ha encargado también de modificar su entorno (y hay que reconocer que lo ha hecho muy bien). En los invernaderos, las plantas son sometidas a luz continua para su rápido crecimiento. En las granjas avícolas, las gallinas ni duermen bien por su obligación de solo poner huevos. Incluso, ni las propias especies animales y vegetales pueden elegir su pareja, ya que el humano elige por ellas con tal de "mejorar" la especie. ¿Es, en este momento, la naturaleza dueña de sí misma?
Lastimosamente, el imperio del consumo no conoce la respuesta... o eso creemos. El sacrificio y pesca incidental de un gran número de tortugas baulas recién nacidas es, todavía, una fría realidad debido a los atrayentes beneficios que suponen. Hasta el día de hoy, miles de árboles son talados tan solo para confeccionar unos cuantos cuadernos de escuela, cuando se podrían confeccionar cuadernos con papel reciclado y así salvar cada año uno o más bosques enteros.
El sistema de consumo no conoce límites. La gente, para adaptarse a su nueva y "mejorada" forma de vida, se condena diariamente al insomnio, estrés y ansiedad que significa pagar y pagar. Pagar deudas de otras deudas que conllevan a más deudas. Y ese es el lema de este tipo de sociedad: "Si no tienes nada, no vales nada". El derecho al derroche habla por todos, pero actúa por unos pocos. Y entre más actuen esos pocos, más valen como personas. En otras palabras, entre más bosques y manglares se deforesten para generar zonas de pastoreo, más riquezas ganarás y más persona serás.
El mundo no es una esfera inerte y descartable. A nuestro planeta no se le puede poner precio, cual si fuera mercancía desechable. ¿Porqué mejor no expandir el lenguaje de la naturaleza, en vez de esparcir el pobre lenguaje del consumo desmedido?
De nada sirve saber que poseemos dinero a montones si, al fin y al cabo, acabamos con los recursos que nos alimentan. Cualquier persona puede comenzar, desde ahora, a consumir poco (lo estrictamente necesario) para garantizar la poca naturaleza que nos queda. No pasemos la vergüenza de ser los únicos seres vivos capaces de destruir su propio nicho ecológico.
vertedero, nos daremos cuenta que el dinero no se come"
El dinero no se come. El proverbio lo explica perfectamente: quien brinda vida y bienestar no es el dinero, es nada más y nada menos que la sabia naturaleza. Esa que solemos tratar de objeto, pues se considera manipulable, dócil, frágil y no se queja. Esa que explotamos e irrespetamos de la manera más hostil posible. Sí, es cierto que comparte sus frutos con nosotros, pero de ahí al arrebato de sus frutos hay una gran diferencia.
Ojalá y solo se tratara de un arrebato. El actual imperio consumista, venerado por muchos, se ha encargado también de modificar su entorno (y hay que reconocer que lo ha hecho muy bien). En los invernaderos, las plantas son sometidas a luz continua para su rápido crecimiento. En las granjas avícolas, las gallinas ni duermen bien por su obligación de solo poner huevos. Incluso, ni las propias especies animales y vegetales pueden elegir su pareja, ya que el humano elige por ellas con tal de "mejorar" la especie. ¿Es, en este momento, la naturaleza dueña de sí misma?
Lastimosamente, el imperio del consumo no conoce la respuesta... o eso creemos. El sacrificio y pesca incidental de un gran número de tortugas baulas recién nacidas es, todavía, una fría realidad debido a los atrayentes beneficios que suponen. Hasta el día de hoy, miles de árboles son talados tan solo para confeccionar unos cuantos cuadernos de escuela, cuando se podrían confeccionar cuadernos con papel reciclado y así salvar cada año uno o más bosques enteros.
El sistema de consumo no conoce límites. La gente, para adaptarse a su nueva y "mejorada" forma de vida, se condena diariamente al insomnio, estrés y ansiedad que significa pagar y pagar. Pagar deudas de otras deudas que conllevan a más deudas. Y ese es el lema de este tipo de sociedad: "Si no tienes nada, no vales nada". El derecho al derroche habla por todos, pero actúa por unos pocos. Y entre más actuen esos pocos, más valen como personas. En otras palabras, entre más bosques y manglares se deforesten para generar zonas de pastoreo, más riquezas ganarás y más persona serás.
El mundo no es una esfera inerte y descartable. A nuestro planeta no se le puede poner precio, cual si fuera mercancía desechable. ¿Porqué mejor no expandir el lenguaje de la naturaleza, en vez de esparcir el pobre lenguaje del consumo desmedido?
De nada sirve saber que poseemos dinero a montones si, al fin y al cabo, acabamos con los recursos que nos alimentan. Cualquier persona puede comenzar, desde ahora, a consumir poco (lo estrictamente necesario) para garantizar la poca naturaleza que nos queda. No pasemos la vergüenza de ser los únicos seres vivos capaces de destruir su propio nicho ecológico.
El lado más negro del oro negro
Definitivamente el ser humano no es capaz de medirse ante la avaricia. El deseo desesperado por enriquecerse y por poseer "más que los demás" ha llevado al ser humano a convencer no solo a las autoridades, sino también a una gran parte de la población de la productividad, riqueza y ganancias que suponen los pozos petrolíferos.
El actual derrame de petróleo en el Golfo de México no es el primer ejemplo de un impacto descomunal de este tipo, pues ya antes se habían dado más derrames (como el catastrófico derrame del barco petrolero Exxon Valdéz). Pero me llama la atención sobremanera cuando las compañías encargadas de estos enormes proyectos alegan que el impacto producido por ellos es mínimo (solo por ser más creíble que decir que es nulo). Por dicha la extracción de petróleo no es una realidad costarricense, pues no me cabe duda que nuestro país sería explotado si tan "preciado" oro negro existiera en gran cantidad bajo nuestros suelos. Tan solo hay que ver la situación de la zona minera Crucitas, en San Carlos.
Es un proyecto en la mira, muy en la mira. Obviamente las razones son tentadoras: cuantiosas ganancias para el país (¿realmente son para el país en general?), empleo para los costarricenses y extracción de oro. Por cierto, el oro iría a parar en las manos de unos pocos que, después de dejar devastada la zona, se irían de nuevo a su tierra natal, sin hacerse cargo del problema. ¿Tentador, no es así?
No hace falta ser abogado ambientalista para saber que la lapa verde y el almendro amarillo estarían en peligro o que nuestros ríos podrían llegar a convertirse en ríos de cianuro. No hace falta ser biólogo para saber que la lapa verde sí existe en esa zona, al contrario de lo que piensan los encargados del proyecto. Es el colmo:¡hasta en reportajes de canal 7 sobre Crucitas aparece la lapa anidando!
Yo me pregunto:¿A quién engañan? El flujo de petróleo no ha sido detenido debido a que el "montón de válvulas que debían acabar con el problema estaban defectuosas" (La Nación, 2010: 35A). Y por ese "minúsculo" error, detener el derrame tomará más tiempo. Más triste aún: solo detener el derrame, no buscar la restauración del ya dañado ecosistema. De verdad espero que estos daños se puedan reparar, sino podría pasar lo mismo que en Chernobyl: las consecuencias se sienten a pesar de los años.
Sinceramente, no me sorprendería que nuestra madre naturaleza se encargara de hacer la justicia que muchos no hicieron por ella. Como dice el grupo español Mago de Oz, con su canción referente a Gaia (la madre naturaleza, según el grupo):
"Todo mal que me hagas, a ti te lo harás,
pues la Tierra es tu hogar
y al igual que amar, también sé castigar;
la venganza de Gaia tendrás"
El actual derrame de petróleo en el Golfo de México no es el primer ejemplo de un impacto descomunal de este tipo, pues ya antes se habían dado más derrames (como el catastrófico derrame del barco petrolero Exxon Valdéz). Pero me llama la atención sobremanera cuando las compañías encargadas de estos enormes proyectos alegan que el impacto producido por ellos es mínimo (solo por ser más creíble que decir que es nulo). Por dicha la extracción de petróleo no es una realidad costarricense, pues no me cabe duda que nuestro país sería explotado si tan "preciado" oro negro existiera en gran cantidad bajo nuestros suelos. Tan solo hay que ver la situación de la zona minera Crucitas, en San Carlos.
Es un proyecto en la mira, muy en la mira. Obviamente las razones son tentadoras: cuantiosas ganancias para el país (¿realmente son para el país en general?), empleo para los costarricenses y extracción de oro. Por cierto, el oro iría a parar en las manos de unos pocos que, después de dejar devastada la zona, se irían de nuevo a su tierra natal, sin hacerse cargo del problema. ¿Tentador, no es así?
No hace falta ser abogado ambientalista para saber que la lapa verde y el almendro amarillo estarían en peligro o que nuestros ríos podrían llegar a convertirse en ríos de cianuro. No hace falta ser biólogo para saber que la lapa verde sí existe en esa zona, al contrario de lo que piensan los encargados del proyecto. Es el colmo:¡hasta en reportajes de canal 7 sobre Crucitas aparece la lapa anidando!
Yo me pregunto:¿A quién engañan? El flujo de petróleo no ha sido detenido debido a que el "montón de válvulas que debían acabar con el problema estaban defectuosas" (La Nación, 2010: 35A). Y por ese "minúsculo" error, detener el derrame tomará más tiempo. Más triste aún: solo detener el derrame, no buscar la restauración del ya dañado ecosistema. De verdad espero que estos daños se puedan reparar, sino podría pasar lo mismo que en Chernobyl: las consecuencias se sienten a pesar de los años.
Sinceramente, no me sorprendería que nuestra madre naturaleza se encargara de hacer la justicia que muchos no hicieron por ella. Como dice el grupo español Mago de Oz, con su canción referente a Gaia (la madre naturaleza, según el grupo):
"Todo mal que me hagas, a ti te lo harás,
pues la Tierra es tu hogar
y al igual que amar, también sé castigar;
la venganza de Gaia tendrás"
lunes, 26 de abril de 2010
Verde Palo Verde
"Verde que te quiero verde. Verde viento. Verdes ramas..."
Si bien García Lorca no se inspiró específicamente en nuestra madre naturaleza para escribir estos versos, no puedo negar que transmite uno de mis mayores deseos y de muchas otras personas: contemplar la belleza natural en su estado original.
Y me refiero a estado original cuando los ecosistemas eran admirados y respetados por el ser humano, cuando eran modificados ligeramente. El hombre, desde que se cree dominante de todo cuanto le rodea, ha transformado de manera descontrolada lo que, según él, le pertenece. Algunos se preguntarán, ¿porqué entonces compartimos este mundo con otros seres vivos y su hábitat, si no es para hacernos cargo de ellos y utilizarlos como medio para nuestra existencia? Y ahí mismo está el error: que nuestro medio nos brinde los recursos que necesitamos no quiere decir que todo está y debe estar puesto en nuestras manos.
Es una lástima que, por más que se hable de la relación armoniosa que debe haber entre la naturaleza y el humano, se menosprecie la riqueza "gratuita" que ésta nos da. Tan solo basta el ejemplo de los incendios forestales en el Parque Nacional Palo Verde, iniciados el pasado 4 de abril. Tres mil hectáreas de valiosa riqueza natural consumidas por incendios ocasionados, esta vez, por inescrupulosos cazadores. Un extenso terreno, indudablemente vivo, golpeado no solo por la caza y el fuego, sino también por el abandono y falta de interés por parte de las autoridades. ¿Qué hacían ahí cazadores? ¿Cómo es posible que la escasez de personal en el parque haya contribuido también al incendio provocado? ¿Es que acaso la salvación de Palo Verde recae únicamente sobre los voluntarios que deciden ayudar? Y todo esto en un país que se hace llamar "defensor de la naturaleza" y al que miles de turistas le dejan cuantiosas ganancias.
Verdes bosques, verdes selvas, verdes parques nacionales y reservas. Ese estado inicial en el que se encontraba nuestro medio. Ese medio que era digno de llamarse "inalterado" y que posee una belleza a la que no pueden ni aspirar las construcciones humanas. Eso es lo que quiero ver.
Si bien García Lorca no se inspiró específicamente en nuestra madre naturaleza para escribir estos versos, no puedo negar que transmite uno de mis mayores deseos y de muchas otras personas: contemplar la belleza natural en su estado original.
Y me refiero a estado original cuando los ecosistemas eran admirados y respetados por el ser humano, cuando eran modificados ligeramente. El hombre, desde que se cree dominante de todo cuanto le rodea, ha transformado de manera descontrolada lo que, según él, le pertenece. Algunos se preguntarán, ¿porqué entonces compartimos este mundo con otros seres vivos y su hábitat, si no es para hacernos cargo de ellos y utilizarlos como medio para nuestra existencia? Y ahí mismo está el error: que nuestro medio nos brinde los recursos que necesitamos no quiere decir que todo está y debe estar puesto en nuestras manos.
Es una lástima que, por más que se hable de la relación armoniosa que debe haber entre la naturaleza y el humano, se menosprecie la riqueza "gratuita" que ésta nos da. Tan solo basta el ejemplo de los incendios forestales en el Parque Nacional Palo Verde, iniciados el pasado 4 de abril. Tres mil hectáreas de valiosa riqueza natural consumidas por incendios ocasionados, esta vez, por inescrupulosos cazadores. Un extenso terreno, indudablemente vivo, golpeado no solo por la caza y el fuego, sino también por el abandono y falta de interés por parte de las autoridades. ¿Qué hacían ahí cazadores? ¿Cómo es posible que la escasez de personal en el parque haya contribuido también al incendio provocado? ¿Es que acaso la salvación de Palo Verde recae únicamente sobre los voluntarios que deciden ayudar? Y todo esto en un país que se hace llamar "defensor de la naturaleza" y al que miles de turistas le dejan cuantiosas ganancias.
Verdes bosques, verdes selvas, verdes parques nacionales y reservas. Ese estado inicial en el que se encontraba nuestro medio. Ese medio que era digno de llamarse "inalterado" y que posee una belleza a la que no pueden ni aspirar las construcciones humanas. Eso es lo que quiero ver.
sábado, 17 de abril de 2010
"Mucha bolsa... y nada de plástica"
Hace unos días, decidí ir a comprar un recipiente de aluminio para el alimento de mis perros, pues el que tenía ya se encontraba muy dañado. Fui al local, pedí un recipiente del tamaño correcto e inmediatamente lo metieron en una bolsa. Una gran bolsa, no biodegradable, para un simple recipiente de aluminio de 18 cms de diámetro.
Esto parece que ocurre no solo en las hojalaterías, sino también en supermercados, pulperías, tiendas de ropa... En fin, es una larga lista si me pongo a contar todos los lugares que despilfarran bolsas. Es una lástima que, cuando vamos a la pulpería más cercana, metan los 3 caramelos que vamos a comprar en una bolsa o que metan una cajita de refresco en otra bolsa. Estamos muy lejos de implementar una cultura sin uso desmedido de bolsas plásticas, muy distantes de comprar productos hechos de papel o plástico reciclable como práctica cultural.
Pero debo hacer una aclaración: no se trata de dejar de usar bolsas, se trata de utilizarlas racionalmente y de comenzar a fabricarlas con materiales compatibles con el ambiente. Claro, siempre y cuando no se caiga en el error de producir millones de bolsas biodegradables y utilizarlas insensatamente con la excusa de que son "amigables con la naturaleza", pues ahí sí sería un verdadero problema (y hasta podría ser peor que utilizar bolsas normales).
Una muy ingeniosa idea, para evitar situaciones de abundancia de bolsas, es el uso de bolsas reutilizables. De hecho, estas bolsas están elaboradas más inteligentemente: son 100% reciclables y están hechas de un 85% de materiales reciclados (aproximadamente de 4 botellas plásticas de soda). Además, una sola bolsa de éstas puede reemplazar 50 bolsas plásticas y puede contener el mismo peso que 2-3 bolsas plásticas. Esta información la tomé de la etiqueta de una bolsa reutilizable que adquirí en un supermercado y me pareció importante compartirla.
Definitivamente, una manera más de salvar a nuestro planeta. Con estas pequeñas pero significativas acciones se logra un mayor respeto hacia nuestro propio hogar... y un paso más en contra de la frase "Mucha teoría y nada de práctica".
Esto parece que ocurre no solo en las hojalaterías, sino también en supermercados, pulperías, tiendas de ropa... En fin, es una larga lista si me pongo a contar todos los lugares que despilfarran bolsas. Es una lástima que, cuando vamos a la pulpería más cercana, metan los 3 caramelos que vamos a comprar en una bolsa o que metan una cajita de refresco en otra bolsa. Estamos muy lejos de implementar una cultura sin uso desmedido de bolsas plásticas, muy distantes de comprar productos hechos de papel o plástico reciclable como práctica cultural.
Pero debo hacer una aclaración: no se trata de dejar de usar bolsas, se trata de utilizarlas racionalmente y de comenzar a fabricarlas con materiales compatibles con el ambiente. Claro, siempre y cuando no se caiga en el error de producir millones de bolsas biodegradables y utilizarlas insensatamente con la excusa de que son "amigables con la naturaleza", pues ahí sí sería un verdadero problema (y hasta podría ser peor que utilizar bolsas normales).
Una muy ingeniosa idea, para evitar situaciones de abundancia de bolsas, es el uso de bolsas reutilizables. De hecho, estas bolsas están elaboradas más inteligentemente: son 100% reciclables y están hechas de un 85% de materiales reciclados (aproximadamente de 4 botellas plásticas de soda). Además, una sola bolsa de éstas puede reemplazar 50 bolsas plásticas y puede contener el mismo peso que 2-3 bolsas plásticas. Esta información la tomé de la etiqueta de una bolsa reutilizable que adquirí en un supermercado y me pareció importante compartirla.
Definitivamente, una manera más de salvar a nuestro planeta. Con estas pequeñas pero significativas acciones se logra un mayor respeto hacia nuestro propio hogar... y un paso más en contra de la frase "Mucha teoría y nada de práctica".
domingo, 11 de abril de 2010
"La esperanza es lo último que se pierde"
La anterior es una frase que explica perfectamente la posibilidad de solucionar de forma efectiva los daños ocasionados al medio ambiente, pues solemos pensar que al darnos cuenta de lo que hemos hecho ya es demasiado tarde. Por eso, resulta ser una frase que, de alguna manera, nos pone a pensar realmente en los actos que cometemos.
El ser humano no solo está consciente del daño que produce, sino también de las soluciones. Mientras una persona se empeña en talar irracionalmente los árboles que quedan, otra se encarga de reforestar lo más que puede, en un intento desesperado por restablecer el orden de la naturaleza. La culpabilidad del hombre es un hecho, una lastimosa verdad. Sin embargo, el esfuerzo del mismo por intentar recuperar lo que se ha perdido es también digno de mención. No se trata solo de reconocer los malos actos, también hay que reconocer los buenos.
Para todos aquellos que no se han detenido a pensar en el extraordinario trabajo que realizan las organizaciones ambientales, es recomendable escuchar lo que tienen que decir. Estas organizaciones no están actuando por puro placer, actúan porque así lo requerimos. Los anuncios de Greenpeace se presentan en televisión, no por puro "adorno", sino para advertirnos. El Fondo Mundial para la Vida Salvaje (más conocido como World Wildlife Foundation o WWF)no se encarga de proteger especies en peligro de extinción por diversión, sino para demostrarnos que su preservación es vital. En palabras de la Convención sobre el tráfico internacional de especies en peligro (CITES): "Nuestra labor ha sido extremadamente difícil, si a ello añadimos que una sola orquídea o un loro de la Amazonia se cotizan cada uno hasta en 5000 dólares, y que un abrigo de mujer hecho de la piel de ocelotes latinoamericanos alcanza un precio de 40 000 dólares, se comprenderá el trabajo complejo y muchas veces estéril de la Convención".
Es, sencillamente, asombroso el trabajo y el esfuerzo de estas fundaciones (y muchísimas otras) a favor del medio ambiente. Nos abren los ojos a una realidad que vivimos. Nos educan para compartir con la naturaleza en perfecta simbiosis. Nos devuelven la esperanza en un mundo mejor. Claro, aunque no pertenezcamos a esos organismos, podemos colaborar con nuestras acciones diarias. La cuestión es actuar.
El ser humano no solo está consciente del daño que produce, sino también de las soluciones. Mientras una persona se empeña en talar irracionalmente los árboles que quedan, otra se encarga de reforestar lo más que puede, en un intento desesperado por restablecer el orden de la naturaleza. La culpabilidad del hombre es un hecho, una lastimosa verdad. Sin embargo, el esfuerzo del mismo por intentar recuperar lo que se ha perdido es también digno de mención. No se trata solo de reconocer los malos actos, también hay que reconocer los buenos.
Para todos aquellos que no se han detenido a pensar en el extraordinario trabajo que realizan las organizaciones ambientales, es recomendable escuchar lo que tienen que decir. Estas organizaciones no están actuando por puro placer, actúan porque así lo requerimos. Los anuncios de Greenpeace se presentan en televisión, no por puro "adorno", sino para advertirnos. El Fondo Mundial para la Vida Salvaje (más conocido como World Wildlife Foundation o WWF)no se encarga de proteger especies en peligro de extinción por diversión, sino para demostrarnos que su preservación es vital. En palabras de la Convención sobre el tráfico internacional de especies en peligro (CITES): "Nuestra labor ha sido extremadamente difícil, si a ello añadimos que una sola orquídea o un loro de la Amazonia se cotizan cada uno hasta en 5000 dólares, y que un abrigo de mujer hecho de la piel de ocelotes latinoamericanos alcanza un precio de 40 000 dólares, se comprenderá el trabajo complejo y muchas veces estéril de la Convención".
Es, sencillamente, asombroso el trabajo y el esfuerzo de estas fundaciones (y muchísimas otras) a favor del medio ambiente. Nos abren los ojos a una realidad que vivimos. Nos educan para compartir con la naturaleza en perfecta simbiosis. Nos devuelven la esperanza en un mundo mejor. Claro, aunque no pertenezcamos a esos organismos, podemos colaborar con nuestras acciones diarias. La cuestión es actuar.
jueves, 1 de abril de 2010
El cambio debe ser humano, no climático
Ciertamente, nos hemos dado cuenta de algunos cambios en el planeta de los que somos responsables. Tal es el caso del incansable tema del cambio climático, que nunca hubieramos creído posible y que ahora significa un verdadero problema, un problema que nosotros provocamos y ahora no estamos seguros de cómo solucionar (y al parecer esto sucede con todo aquello que decidimos modificar excesivamente).
Sin embargo, el problema no es la modificación en sí, sino la irracionalidad con la que estamos acostumbrados a transformar las cosas. Resulta que es necesario para el ser humano modificar el hábitat, pues somos seres en constante desarrollo y con una curiosidad innata, pero nos falta moderación. La deforestación, la contaminación del aire (gracias a emisiones de gases como el dióxido de carbono y el metano) y el enorme agujero en la capa de ozono son, sencillamente, producto de nuestra falta de juicio. ¿Porqué, si somos seres tan inteligentes y con fuerza de voluntad, estamos enfrentando sequías, escasez de agua, inundaciones desproporcionadas o la desintegración de la barrera de hielo de la Antártida? Es que sabemos, pero no actuamos.
Y cuando no actuamos (ya sea por ignorancia o por soberbia) solemos culpar al otro, algo muy característico del ser humano. En una encuesta del 2010 realizada por el Centro Agronómico Tropical de Investigación y Enseñanza (Catie) solo el 1% de los costarricenses dicen no estar "nada preocupados" por el cambio climático, y más del 40% opina que las acciones contra el cambio climático son, prioritariamente, responsabilidad del Gobierno. Incluso, muchos piensan que acciones comunes como apagar la luz al salir de una habitación o desenchufar los electrodomésticos para ahorrar electricidad se realizan simplemente para compensar la culpa de éste (La Nación, 2010). Es como si viviéramos la problemática justo frente a nosotros, pero evitando hacernos cargo de la situación.
La verdadera solución está en un esfuerzo colectivo: colaboración activa entre todos y para todos. Debemos dejar de lado el egoísmo humano, si no queremos vivir cambios irreversibles. No podemos volver, en un abrir y cerrar de ojos, a una atmósfera con menos gas dañino. No hay manera de enfriar la tierra, ni de rebajar el nivel del mar una vez hecho el daño. Es por eso que no podemos seguir en lo mismo, ni arriesgarnos a contemplar si nuestra Tierra aguanta.
Sin embargo, el problema no es la modificación en sí, sino la irracionalidad con la que estamos acostumbrados a transformar las cosas. Resulta que es necesario para el ser humano modificar el hábitat, pues somos seres en constante desarrollo y con una curiosidad innata, pero nos falta moderación. La deforestación, la contaminación del aire (gracias a emisiones de gases como el dióxido de carbono y el metano) y el enorme agujero en la capa de ozono son, sencillamente, producto de nuestra falta de juicio. ¿Porqué, si somos seres tan inteligentes y con fuerza de voluntad, estamos enfrentando sequías, escasez de agua, inundaciones desproporcionadas o la desintegración de la barrera de hielo de la Antártida? Es que sabemos, pero no actuamos.
Y cuando no actuamos (ya sea por ignorancia o por soberbia) solemos culpar al otro, algo muy característico del ser humano. En una encuesta del 2010 realizada por el Centro Agronómico Tropical de Investigación y Enseñanza (Catie) solo el 1% de los costarricenses dicen no estar "nada preocupados" por el cambio climático, y más del 40% opina que las acciones contra el cambio climático son, prioritariamente, responsabilidad del Gobierno. Incluso, muchos piensan que acciones comunes como apagar la luz al salir de una habitación o desenchufar los electrodomésticos para ahorrar electricidad se realizan simplemente para compensar la culpa de éste (La Nación, 2010). Es como si viviéramos la problemática justo frente a nosotros, pero evitando hacernos cargo de la situación.
La verdadera solución está en un esfuerzo colectivo: colaboración activa entre todos y para todos. Debemos dejar de lado el egoísmo humano, si no queremos vivir cambios irreversibles. No podemos volver, en un abrir y cerrar de ojos, a una atmósfera con menos gas dañino. No hay manera de enfriar la tierra, ni de rebajar el nivel del mar una vez hecho el daño. Es por eso que no podemos seguir en lo mismo, ni arriesgarnos a contemplar si nuestra Tierra aguanta.
jueves, 25 de marzo de 2010
Susto… ¿para quién?
Estaba leyendo el periódico tranquilamente, el pasado 21 de marzo, cuando una noticia me llamó mucho la atención. Es una fotonoticia, de esas que explican brevemente una imagen, y dice claramente “Susto en corrida: el diestro José Tomás sufrió ayer por la tarde una embestida en su primer astado durante la corrida inaugural de la plaza Arnedo Arena de la localidad riojana de Arnedo, España.” La imagen mostraba una desagradable escena en la que un torero resulta “corneado” por un enorme toro.
Yo creo que no hace falta explicar la distorsión con la que muchas personas ven las cosas. En mi opinión, la imagen se vuelve desgarradora en un único punto: el toro. Un gran animal, condenado desde que nace, torturado hasta la muerte, maltratado de casi todas las maneras posibles en las plazas. Y el humano, como siempre, el centro del universo, ya que él es el único capaz de “manejar” la naturaleza como le viene en gana. No comprendo, por más que intento, cómo el susto se lo pega el torero… y el toro ¿qué? Ah, sí cierto, el toro no se asusta porque es solo un animal, “los animales ni piensan” dicen muchos. Y de todos modos, el toro debe morir, porque sino no habría diversión para la gente.
Ese tipo de diversión, realmente humano, es desconcertante. Se asemeja mucho a los dramas que se vivían en el Coliseo Romano hace muchos años, cuando eran sacrificados los cristianos y el público lo disfrutaba como algo muy natural. Es un sentimiento de superioridad del que no se sale, de demostrarle a un inocente animal quién manda. Pero cuando, por instinto, el animal se defiende y termina herida alguna persona, solo nos preocupamos por la persona y dejamos de lado el dolor del animal, que desde un principio está siendo juzgado y castigado por los poco racionales humanos.
Que el toro se haya defendido me parece aceptable, después de que el “diestro” (debería adiestrarse a sí mismo) intentara meterle la estocada final. Y muchos deben pensar: “que dicha que eso es practicado en países como España y México”,pero los populares “Toros a la tica” no se alejan mucho, pues el solo hecho de encerrarlos y meterles el “chuzo” eléctrico ya es maltrato.
Los animales deben ser respetados y valorados, ya que comparten esta tierra con nosotros. Es tiempo de pensar: el hecho que sea un simple animal no quiere decir que no sienta igual que nosotros.
Yo creo que no hace falta explicar la distorsión con la que muchas personas ven las cosas. En mi opinión, la imagen se vuelve desgarradora en un único punto: el toro. Un gran animal, condenado desde que nace, torturado hasta la muerte, maltratado de casi todas las maneras posibles en las plazas. Y el humano, como siempre, el centro del universo, ya que él es el único capaz de “manejar” la naturaleza como le viene en gana. No comprendo, por más que intento, cómo el susto se lo pega el torero… y el toro ¿qué? Ah, sí cierto, el toro no se asusta porque es solo un animal, “los animales ni piensan” dicen muchos. Y de todos modos, el toro debe morir, porque sino no habría diversión para la gente.
Ese tipo de diversión, realmente humano, es desconcertante. Se asemeja mucho a los dramas que se vivían en el Coliseo Romano hace muchos años, cuando eran sacrificados los cristianos y el público lo disfrutaba como algo muy natural. Es un sentimiento de superioridad del que no se sale, de demostrarle a un inocente animal quién manda. Pero cuando, por instinto, el animal se defiende y termina herida alguna persona, solo nos preocupamos por la persona y dejamos de lado el dolor del animal, que desde un principio está siendo juzgado y castigado por los poco racionales humanos.
Que el toro se haya defendido me parece aceptable, después de que el “diestro” (debería adiestrarse a sí mismo) intentara meterle la estocada final. Y muchos deben pensar: “que dicha que eso es practicado en países como España y México”,pero los populares “Toros a la tica” no se alejan mucho, pues el solo hecho de encerrarlos y meterles el “chuzo” eléctrico ya es maltrato.
Los animales deben ser respetados y valorados, ya que comparten esta tierra con nosotros. Es tiempo de pensar: el hecho que sea un simple animal no quiere decir que no sienta igual que nosotros.
jueves, 18 de marzo de 2010
Un reencuentro con la naturaleza
"Lo del "Medio" ambiente, será porque ya destruimos la mitad"
Muy bien lo explica este graffiti, ese medio por el cual los jóvenes se expresan libremente y además resulta mucho más barato que una de esas enormes vallas publicitarias, aunque un gran anuncio de esos es lo único lo suficientemente llamativo para concientizar a la población de una vez por todas. Ayudar a nuestro planeta nunca está (y nunca debe estar) de más, por pequeña que sea la ayuda.
Pero no se trata solo de decirle, o en el peor de los casos, exigirle a los demás que muestren un mínimo de respeto por nuestro entorno, pues como se dice popularmente: El cambio comienza por uno mismo. ¿De qué nos sirve reclamar y discutir con otros si sabemos que no hacemos un esfuerzo por cambiar nuestro estilo de vida también? Dejar correr el agua como por 5 minutos o más mientras nos cepillamos los dientes o nos enjabonamos, botar ese montón de botellas en el basurero al que paran todos los tipos de productos (aún cuando sabemos que la botella es biodegradable y hay un basurero para reciclar cerca) o tirar en la calle un cigarrillo o un simple empaque de frituras son solo algunos ejemplos de los miles que existen de esa forma de tratar a nuestro mundo, cual si fuera una cosa.
Pues resulta que no es un objeto al que podemos utilizar y luego tirar, como si tuvieramos más opciones a elegir luego de haberlo explotado indebidamente. Todavía me sorprende el matiz de ingenuidad (o mejor dicho de estupidez) humana que impregna comentarios tales como "es solo una envoltura de chicle, es solo una simple lata, solo una... solo una..." ¿Acaso no nos damos cuenta que de una en una es como vamos destruyendo nuestro hogar? Si miles de personas deciden pensar en "solo uno", es clara la cuenta de miles de objetos contaminantes y así se va multiplicando. Definitivamente un punto alarmante.
Agradezcamos lo que tenemos, pues es solo por nosotros y para nosotros. Nuestra madre naturaleza no nos pide nada que no podamos dar, solo responsabilidad y tenemos más que capacidad para retruibuirle lo que, por tanto tiempo, nos ha dado. Tratemos a la naturaleza precisamente como eso: nuestra madre.
Muy bien lo explica este graffiti, ese medio por el cual los jóvenes se expresan libremente y además resulta mucho más barato que una de esas enormes vallas publicitarias, aunque un gran anuncio de esos es lo único lo suficientemente llamativo para concientizar a la población de una vez por todas. Ayudar a nuestro planeta nunca está (y nunca debe estar) de más, por pequeña que sea la ayuda.
Pero no se trata solo de decirle, o en el peor de los casos, exigirle a los demás que muestren un mínimo de respeto por nuestro entorno, pues como se dice popularmente: El cambio comienza por uno mismo. ¿De qué nos sirve reclamar y discutir con otros si sabemos que no hacemos un esfuerzo por cambiar nuestro estilo de vida también? Dejar correr el agua como por 5 minutos o más mientras nos cepillamos los dientes o nos enjabonamos, botar ese montón de botellas en el basurero al que paran todos los tipos de productos (aún cuando sabemos que la botella es biodegradable y hay un basurero para reciclar cerca) o tirar en la calle un cigarrillo o un simple empaque de frituras son solo algunos ejemplos de los miles que existen de esa forma de tratar a nuestro mundo, cual si fuera una cosa.
Pues resulta que no es un objeto al que podemos utilizar y luego tirar, como si tuvieramos más opciones a elegir luego de haberlo explotado indebidamente. Todavía me sorprende el matiz de ingenuidad (o mejor dicho de estupidez) humana que impregna comentarios tales como "es solo una envoltura de chicle, es solo una simple lata, solo una... solo una..." ¿Acaso no nos damos cuenta que de una en una es como vamos destruyendo nuestro hogar? Si miles de personas deciden pensar en "solo uno", es clara la cuenta de miles de objetos contaminantes y así se va multiplicando. Definitivamente un punto alarmante.
Agradezcamos lo que tenemos, pues es solo por nosotros y para nosotros. Nuestra madre naturaleza no nos pide nada que no podamos dar, solo responsabilidad y tenemos más que capacidad para retruibuirle lo que, por tanto tiempo, nos ha dado. Tratemos a la naturaleza precisamente como eso: nuestra madre.
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