lunes, 26 de abril de 2010

Verde Palo Verde

"Verde que te quiero verde. Verde viento. Verdes ramas..."

Si bien García Lorca no se inspiró específicamente en nuestra madre naturaleza para escribir estos versos, no puedo negar que transmite uno de mis mayores deseos y de muchas otras personas: contemplar la belleza natural en su estado original.

Y me refiero a estado original cuando los ecosistemas eran admirados y respetados por el ser humano, cuando eran modificados ligeramente. El hombre, desde que se cree dominante de todo cuanto le rodea, ha transformado de manera descontrolada lo que, según él, le pertenece. Algunos se preguntarán, ¿porqué entonces compartimos este mundo con otros seres vivos y su hábitat, si no es para hacernos cargo de ellos y utilizarlos como medio para nuestra existencia? Y ahí mismo está el error: que nuestro medio nos brinde los recursos que necesitamos no quiere decir que todo está y debe estar puesto en nuestras manos.

Es una lástima que, por más que se hable de la relación armoniosa que debe haber entre la naturaleza y el humano, se menosprecie la riqueza "gratuita" que ésta nos da. Tan solo basta el ejemplo de los incendios forestales en el Parque Nacional Palo Verde, iniciados el pasado 4 de abril. Tres mil hectáreas de valiosa riqueza natural consumidas por incendios ocasionados, esta vez, por inescrupulosos cazadores. Un extenso terreno, indudablemente vivo, golpeado no solo por la caza y el fuego, sino también por el abandono y falta de interés por parte de las autoridades. ¿Qué hacían ahí cazadores? ¿Cómo es posible que la escasez de personal en el parque haya contribuido también al incendio provocado? ¿Es que acaso la salvación de Palo Verde recae únicamente sobre los voluntarios que deciden ayudar? Y todo esto en un país que se hace llamar "defensor de la naturaleza" y al que miles de turistas le dejan cuantiosas ganancias.

Verdes bosques, verdes selvas, verdes parques nacionales y reservas. Ese estado inicial en el que se encontraba nuestro medio. Ese medio que era digno de llamarse "inalterado" y que posee una belleza a la que no pueden ni aspirar las construcciones humanas. Eso es lo que quiero ver.

sábado, 17 de abril de 2010

"Mucha bolsa... y nada de plástica"

Hace unos días, decidí ir a comprar un recipiente de aluminio para el alimento de mis perros, pues el que tenía ya se encontraba muy dañado. Fui al local, pedí un recipiente del tamaño correcto e inmediatamente lo metieron en una bolsa. Una gran bolsa, no biodegradable, para un simple recipiente de aluminio de 18 cms de diámetro.

Esto parece que ocurre no solo en las hojalaterías, sino también en supermercados, pulperías, tiendas de ropa... En fin, es una larga lista si me pongo a contar todos los lugares que despilfarran bolsas. Es una lástima que, cuando vamos a la pulpería más cercana, metan los 3 caramelos que vamos a comprar en una bolsa o que metan una cajita de refresco en otra bolsa. Estamos muy lejos de implementar una cultura sin uso desmedido de bolsas plásticas, muy distantes de comprar productos hechos de papel o plástico reciclable como práctica cultural.

Pero debo hacer una aclaración: no se trata de dejar de usar bolsas, se trata de utilizarlas racionalmente y de comenzar a fabricarlas con materiales compatibles con el ambiente. Claro, siempre y cuando no se caiga en el error de producir millones de bolsas biodegradables y utilizarlas insensatamente con la excusa de que son "amigables con la naturaleza", pues ahí sí sería un verdadero problema (y hasta podría ser peor que utilizar bolsas normales).

Una muy ingeniosa idea, para evitar situaciones de abundancia de bolsas, es el uso de bolsas reutilizables. De hecho, estas bolsas están elaboradas más inteligentemente: son 100% reciclables y están hechas de un 85% de materiales reciclados (aproximadamente de 4 botellas plásticas de soda). Además, una sola bolsa de éstas puede reemplazar 50 bolsas plásticas y puede contener el mismo peso que 2-3 bolsas plásticas. Esta información la tomé de la etiqueta de una bolsa reutilizable que adquirí en un supermercado y me pareció importante compartirla.

Definitivamente, una manera más de salvar a nuestro planeta. Con estas pequeñas pero significativas acciones se logra un mayor respeto hacia nuestro propio hogar... y un paso más en contra de la frase "Mucha teoría y nada de práctica".

domingo, 11 de abril de 2010

"La esperanza es lo último que se pierde"

La anterior es una frase que explica perfectamente la posibilidad de solucionar de forma efectiva los daños ocasionados al medio ambiente, pues solemos pensar que al darnos cuenta de lo que hemos hecho ya es demasiado tarde. Por eso, resulta ser una frase que, de alguna manera, nos pone a pensar realmente en los actos que cometemos.

El ser humano no solo está consciente del daño que produce, sino también de las soluciones. Mientras una persona se empeña en talar irracionalmente los árboles que quedan, otra se encarga de reforestar lo más que puede, en un intento desesperado por restablecer el orden de la naturaleza. La culpabilidad del hombre es un hecho, una lastimosa verdad. Sin embargo, el esfuerzo del mismo por intentar recuperar lo que se ha perdido es también digno de mención. No se trata solo de reconocer los malos actos, también hay que reconocer los buenos.

Para todos aquellos que no se han detenido a pensar en el extraordinario trabajo que realizan las organizaciones ambientales, es recomendable escuchar lo que tienen que decir. Estas organizaciones no están actuando por puro placer, actúan porque así lo requerimos. Los anuncios de Greenpeace se presentan en televisión, no por puro "adorno", sino para advertirnos. El Fondo Mundial para la Vida Salvaje (más conocido como World Wildlife Foundation o WWF)no se encarga de proteger especies en peligro de extinción por diversión, sino para demostrarnos que su preservación es vital. En palabras de la Convención sobre el tráfico internacional de especies en peligro (CITES): "Nuestra labor ha sido extremadamente difícil, si a ello añadimos que una sola orquídea o un loro de la Amazonia se cotizan cada uno hasta en 5000 dólares, y que un abrigo de mujer hecho de la piel de ocelotes latinoamericanos alcanza un precio de 40 000 dólares, se comprenderá el trabajo complejo y muchas veces estéril de la Convención".

Es, sencillamente, asombroso el trabajo y el esfuerzo de estas fundaciones (y muchísimas otras) a favor del medio ambiente. Nos abren los ojos a una realidad que vivimos. Nos educan para compartir con la naturaleza en perfecta simbiosis. Nos devuelven la esperanza en un mundo mejor. Claro, aunque no pertenezcamos a esos organismos, podemos colaborar con nuestras acciones diarias. La cuestión es actuar.

jueves, 1 de abril de 2010

El cambio debe ser humano, no climático

Ciertamente, nos hemos dado cuenta de algunos cambios en el planeta de los que somos responsables. Tal es el caso del incansable tema del cambio climático, que nunca hubieramos creído posible y que ahora significa un verdadero problema, un problema que nosotros provocamos y ahora no estamos seguros de cómo solucionar (y al parecer esto sucede con todo aquello que decidimos modificar excesivamente).

Sin embargo, el problema no es la modificación en sí, sino la irracionalidad con la que estamos acostumbrados a transformar las cosas. Resulta que es necesario para el ser humano modificar el hábitat, pues somos seres en constante desarrollo y con una curiosidad innata, pero nos falta moderación. La deforestación, la contaminación del aire (gracias a emisiones de gases como el dióxido de carbono y el metano) y el enorme agujero en la capa de ozono son, sencillamente, producto de nuestra falta de juicio. ¿Porqué, si somos seres tan inteligentes y con fuerza de voluntad, estamos enfrentando sequías, escasez de agua, inundaciones desproporcionadas o la desintegración de la barrera de hielo de la Antártida? Es que sabemos, pero no actuamos.

Y cuando no actuamos (ya sea por ignorancia o por soberbia) solemos culpar al otro, algo muy característico del ser humano. En una encuesta del 2010 realizada por el Centro Agronómico Tropical de Investigación y Enseñanza (Catie) solo el 1% de los costarricenses dicen no estar "nada preocupados" por el cambio climático, y más del 40% opina que las acciones contra el cambio climático son, prioritariamente, responsabilidad del Gobierno. Incluso, muchos piensan que acciones comunes como apagar la luz al salir de una habitación o desenchufar los electrodomésticos para ahorrar electricidad se realizan simplemente para compensar la culpa de éste (La Nación, 2010). Es como si viviéramos la problemática justo frente a nosotros, pero evitando hacernos cargo de la situación.

La verdadera solución está en un esfuerzo colectivo: colaboración activa entre todos y para todos. Debemos dejar de lado el egoísmo humano, si no queremos vivir cambios irreversibles. No podemos volver, en un abrir y cerrar de ojos, a una atmósfera con menos gas dañino. No hay manera de enfriar la tierra, ni de rebajar el nivel del mar una vez hecho el daño. Es por eso que no podemos seguir en lo mismo, ni arriesgarnos a contemplar si nuestra Tierra aguanta.